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De la bondiola al cordero, el viaje de sabor pensado por Hervor

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Cada plato de Hervor refleja años de experiencia, pruebas y pasión. Desde recetas clásicas reinventadas hasta desafíos técnicos superados, la cocina de Gonzalo Villahoz emociona y sorprende con su sello único.


Hay platos que definen una marca y otros que la desafían. En el caso de Hervor, ambos conviven bajo una misma premisa: emocionar a quien los prueba. Bondiola con batata ahumada, cordero al sous-vide y ternera braseada son más que recetas: son hitos en un recorrido que mezcla técnica, pasión y dedicación.



Clásicos que nacieron para quedarse


Cuando Hervor abrió, Gonzalo ya sabía que la bondiola braseada con puré de batata ahumada sería un éxito. Con el tiempo, se convirtió en un sello de la casa, un plato que sintetiza calidez hogareña y sofisticación. Lo mismo sucedió con el cordero al sous-vide, la ternera braseada y el pollo teriyaki, que hoy siguen siendo favoritos del público comensal.



Cordero a fuego lento: ternura y carácter


En Hervor, el cordero es un plato que habla del tiempo y la dedicación. Se cocina durante 24 horas en sous-vide, envasado al vacío, hasta alcanzar una textura muy pero muy suave y tierna al paladar.


El proceso completo lleva tres días: desde la selección y el sellado hasta el armado final, con puré de papas, ajos asados, romero y un chimichurri de hierbas frescas que se sirve aparte.


El resultado es un plato profundo y equilibrado, donde la técnica se funde con la emoción. Tierno, aromático y con un perfume a campo y hogar. Una combinación que expresa, quizás como ningún otro plato, la esencia de Hervor: la búsqueda del sabor genuino, cocido con respeto, tiempo y alma.



Emoción en cada bocado


Más allá de la técnica, Gonzalo busca que cada comensal sienta placer y calidez cuando Hervor está en la mesa.


“Me gustaría que quien coma un plato de Hervor sienta que alguien pensó en él, que lo preparó con amor y dedicación”, asegura. “Porque así fue.”


De clásicos consolidados a desafíos conquistados, Hervor demuestra que la cocina de autor puede emocionar aun cuando el chef no esté presente. En cada plato, hay una historia que se transforma en experiencia y que hace de lo cotidiano un momento extraordinario.

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